Ha estado fuera de casa una semana. Al volver, parece otro. Cuando nos acostamos, me ha acariciado con mucha ternura. Me ha dicho que no volverá a atormentarme con lo de mis ronquidos, y me ha extrañado que ahora se le ocurra esa idea. Desde que nos casamos -será más exacto decir desde un par de años después de habernos casado- suele despertarme, zarandeándome, varias veces cada noche añadía:
- Ya estás roncando otra vez, roncando como una bestia;qué pena que no puedas oírte.
Y yo jamás hice otra cosa que pedirle perdón. Muchas veces me echaba a llorar, lo que servía para irritarle más aún y grito:
-Cállate ya: primero, ronquidos y ahora, lloros. ¿Es que no voy a poder dormir tranquilo?.
Así una y otra noche desde hace cinco años. Y yo nunca me quejaba, sólo le pedía perdón. Fui al medico haber que me decía:
-No tiene solución.
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