jueves, 3 de abril de 2008

Ejercicio 4.3.1.

Ha estado fuera de casa una semana. Al volver, parece otro. Cuando nos acostamos, me ha acariciado con mucha ternura. Me ha dicho que no volverá a atormentarme con lo de mis ronquidos, y me ha extrañado que ahora se le ocurra esa idea. Desde que nos casamos -será más exacto decir desde un par de años después de habernos casado- suele despertarme, zarandeándome, varias veces cada noche añadía:
- Ya estás roncando otra vez, roncando como una bestia;qué pena que no puedas oírte.
Y yo jamás hice otra cosa que pedirle perdón. Muchas veces me echaba a llorar, lo que servía para irritarle más aún y grito:
-Cállate ya: primero, ronquidos y ahora, lloros. ¿Es que no voy a poder dormir tranquilo?.
Así una y otra noche desde hace cinco años. Y yo nunca me quejaba, sólo le pedía perdón. Fui al medico haber que me decía:
-No tiene solución.

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